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Dando tumbos de nuevo

Dando tumbos de nuevo Más de un mes después de nuestra llegada hacemos repaso de las cosas que nos han pasado. Para empezar, el invierno llegó a estas tierras, y como ahora no llueve y sigue haciendo el sol de siempre, ni rastro del frío de Madrid. Después de disfrutar las ricas vacaciones nos hemos puesto en marcha.
Piluka tardó sólo unos días en encontrar trabajo. Es una beca para trabajar con la Unidad Central de Estudios para el Desarrollo, de la Universidad de Morelos (nuestro estado), colaborando en uno de sus proyectos: uniendo la universidad con las comunidades. Por cierto, acá llaman comunidades a las aldeas y pueblos que conservan sus costumbres indígenas, y por Morelos hay muchas. Entre este nuevo curro y las colaboraciones que ya traía con una asociación está que no para.
Yo también he vuelto a mis cosas del laboratorio, que a principios de febrero se juntaron con dos exámenes de la UNED, así que también he estado liadillo. Pero bueno, por mucha chamba que tengamos, estamos muy contentos por aquí.
Hemos estado de excursión por ahí algunos fines de semana. Aprovechando que íbamos a jugar al fútbol a Huitzilac, nos fuimos de excursión a las lagunas de Zempoala con Raúl, Quina, Pilar e Israel, colegas de aquí. Tras unas quesadillas y algunos tacos de longaniza verde para chuparse los dedos, manejamos por una carretera llena de curvas hasta llegar a estas lagunas, aunque a la mera hora sólo vimos una. Pero bueno, lo pasamos muy bien montando a caballo (el mío se llamaba Chihahua) y merendando. Tampoco os penséis que íbamos a todo galopar por las llanuras, seguimos sabiendo montar igual de bien que antes, como con el caballo de la Chita. Otro fin de semana, aprovechando la llegada de Willi a México, nos fuimos con su familia a los canales de Xochimilco, donde las flores crecen (en nahuatl), al sur de la ciudad de México. En vez de góndolas hay trajineras y en vez de ópera hay mariachis que cantan al mejor postor. El sitio es muy bonito y por un rato te hace creer que puedes llevar una vida normal viviendo sobre el agua.
Allí puedes comer, beber, cantar, bailar y comprar plantas sin salir de las trajineras, que llevan todas nombres de mujer, como Lupita, el nombre más típico aquí. Por último, este fin de semana estuvimos en Totolapan, comunidad cercana al volcán Popocatepetl, donde se celebraba una fiesta de la salud en el zócalo. Acá estaba, entre otros grupos de medicina natural, el grupo de mujeres con el que trabaja Pili, que se llama Mil en Rama.
También aquí catamos la comida local, en concreto un pollo con mole al chocolate y tortillas que no dejó indiferente a nadie. A mi me encantó.
Como veis seguimos a gusto por aquí, pronto os contaremos más cosas. Hasta entonces, un abrazo fuerte,
Bruno y Piluka

Xochicalco

Xochicalco A mediados de Octubre nos fuimos un domingo de visita a Xochicalco, palabra náhuatl que significa "en el lugar de la casa de las flores". Xochicalco es una zona arqueológica como a una hora de Cuernavaca, que fue un importante centro urbano de Mesoamérica hace mucho mucho tiempo. Vaya, que es lo que queda de lo que
fue una ciudad, que ya estaba abandonada cuando llegaron aquí los primeros españoles. Está bastante interesante, sobre todo la pirámide de Quetzalcóatl, que está decorada con relieves, siendo el principal una serpiente emplumada, que da nombre a la pirámide. También hay acá un museo ecológico, que utiliza la naturaleza para ser autosuficiente, lleno, entre otras cosas, de trozos de piedras con dibujitos, que al Brunis le apasionan. Y como no, un impresionante paisaje montañoso envuelve todo esto, y te envuelve también a ti.
En Xochicalco descubrimos la existencia de unas avispas gigantes que van por ahí con las patas colgando; parecían amistosas, pero tampoco quisimos pararnos a comprobarlo...
Bueno, que es una pasada de sitio.
A la vuelta en la ruta (autobús) subió un muchacho vendiendo nieves (helados caseros) en una parada y nos comimos una de mamey, que estaba buenísima.
Y colorín colorado, Xochicalco se ha acabado. Seguiremos pronto con más aventuras, besos y abrazos,
Pili y Bruno

Tepoztlán

Tepoztlán ¡Hola a todas y todos!
Hoy os contamos sobre el primer sitio que visitamos acá en México, hace ya algo más de un mes.
El domingo 10 de octubre fuimos a Tepoztlán (lugar del cobre), que está a unos 20 kilómetros de Cuernavaca, en el Parque Natural El Tepozteco. Una hora tardamos en llegar en una ruta que no paraba de dar brinkos y hacer paradas, donde se sube gente para vender nieves, aguas, churros, etc. Tepoztlán es un lugar bien bonito, rodeado de tupidos montes verdes, seguramente llenos de bichos... Los antiguos pobladores nahuas eligieron uno de estos cerros para construir un templo, especie de pirámide, con el objeto de adorar al dios Ometochtli. Ya podían haber elegido uno más bajito, madre mía, qué subida. Imagináos las escenas de Indiana Jones en la jungla, pues es en ese plan, pero como era domingo había cantidad de gente subiendo y no sé cómo lo conseguían las mujeres con tacones o quienes llevaban niños en brazos. Yo me acordé de Parito subiendo a Chichén Itzá embarazada de Juanibiris, qué poco juicio. Aparte de la pirámide, en Tepoztlán hay una gran iglesia antigua y un pedazo de mercadillo que nos dejó exhaustos. Eso sí, antes probamos el mole y las tortillas de maiz azul, cocinadas por Ernestina, una viejita muy maja con un millón de arrugas en la cara. Ella y otro comensal, Onésimo, nos preguntaban cosas de España, precios, e incluso nos ofrecieron un terrenito cerca de Tepóztlán por si estábamos interesados. Les extrañó mucho que en España se prefiriese el pan a las tortillas en la comida. Por cierto, nos acordamos mucho de la Elenis, seguro que hubiese disfrutado mucho en este gran mercado.
Muchos bikos gordos y abrazos,
Bruno y Piluka